martes, 7 de diciembre de 2010

A oscuras

Ana Ramos (Praia, Cabo Verde).- Cada vez entendemos más cosas y no todas nos gustan. Algunos cooperantes parece que han olvidado para qué han venido y otros, en cambio, nos dan lecciones, no ya de cooperación, sino de vida, de respeto al otro y de puesta en valor de esas palabras que, por nuestro mundo, casi carecen de significado: multiculturalidad, solidaridad, entrega... Uno de los problemas de Cabo Verde, precisamente, es toda esa ayuda externa que necesitan para salir adelante y que ha minado en ellos cualquier espíritu emprendedor, aunque eso quizás sea decir mucho. Falta de autoestima, pérdida de identidad –ese funesto pasado colonial- complejo de inferioridad… Las definiciones no son nuestras, las han puesto otros.
Alguien muy interesante asegura que la pobreza en este archipiélago -en el que para acceder a los precios de su mercado tienes que ser europeo-, es de espíritu, “de construcción del raciocinio”, puntualiza ya que “¿qué sentido tiene tener red inalámbrica en las plazas pero carecer de saneamiento en los barrios periféricos?”. Internet, en el centro histórico se ve, que un caboverdiano no tenga baño… nunca lo sabremos. En Sal, la isla del turismo, nos han contado que se ha inaugurado un hospital fantástico… pero que no tiene médicos. Manel, un doctor catalán curtido ya en Angola se marcha hoy de la isla. Aquí ha relevado a un compañero y ambos, durante un año, como representantes del CIC (Centro Interhospitalario de Cooperación) han capacitado a médicos caboverdianos entre otras muchas cosas…. “La formación es lo que queda, nosotros formamos a unos y éstos a los siguientes. Podríamos traer especialistas pero queremos que ellos lo sean, que no dependan de nosotros”. Manel es de los que huyen del eurocentrismo: “hay que tener mucho cuidado porque es muy fácil caer en el paternalismo”.
Fernando es de Guinea Bissau y es una persona extraordinaria. Él daba clases en la universidad, tenía un pequeño hotel en Praia y… lo dejó todo. Hoy es el director de la Aldeia Infantil SOS de Ribeirao Chiqueiro. Bueno, como él dice, es el padre de los 80 niños acogidos en esta aldea pensada para las crianças más desfavorecidas. Algunos se quedaron solos demasiado pronto, otros provienen de familias desestructuradas y todos tienen hoy un porvenir y una nueva familia. Un padre, Fernando, y ocho maravillosas mujeres que ejercen de madres. En esta aldea, un paraíso en esta capital tan extraña, están rodeados de montañas, tienen huerta, jardín y verde… Sí, verde, la flor del desierto, esa que crece por todas partes y que aquí pinta de verde la tierra rojiza. Los niños, claro está, prefieren los columpios y aquí los tienen.


En Praia, sólo hemos visto un parque infantil. Habrá más pero sólo hemos visto uno. Estaba en el barrio donde están los consulados, las embajadas, los bancos… los de siempre. Quizás era la hora, quizás el calor, quizás el día pero no había ningún niño. Hoy a la misma hora, bajo un sol abrasador en Ribeirao Chiqueiro había niños, muchos niños. Descalzos jugaban en su particular parque infantil: un coche abandonado, arena, una pelota deshinchada y, aun a riesgo de hacer demagogia, lo cierto es que parecían muy felices. Si a su felicidad le añades dos extranjeros despistados, diferentes, con una cámara, pendientes y todas esas cosas que ellos no habían visto, ese día seguramente ha sido extraordinario.
Ya comienza a tintinear la luz, aquí, en Praia las bajadas de energía son frecuentes. Pueden durar una hora, dos o toda la noche. Molestos parecemos los extranjeros, los caboverdianos lo asumen naturalmente. En la calle continúan andando y, nosotros, de repente, sin luz, casi no sabemos caminar. Quizás somos nosotros quienes vivimos a oscuras.


(Fotografías de Xan Xiadas)

2 comentarios:

  1. Una visión muy interesante de toda esa gente que lo entrega todo por hacer el mundo un lugar un poco mas justo. Gracias por darles visibilidad.

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  2. Por desgracia, creo que tus sensaciones y experiencia de recien llegada a Cabo Verde Ana es compartida por todos los europeos, yo como gallega, senti las mismas contradicciones, sin embargo, entre todo ese caos, existe una tranquilidad y sosiego en la forma de vida que hace sentir que todo va bien...

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